Percibo un cierto desconocimiento en cuanto al concepto de autoestima, que tiende a confundirse con la prepotencia. Precisamente, la persona que hace alarde continuada de sus éxitos es sospechosa de no estimarse mucho (no tendría ninguna necesidad si se sintiera a gusto en su piel). El tema se agrava cuando se acompaña esta actitud de gestos de desprecio, que toman formas más o menos sutiles y suelen ir unidos a la soberbia.
Personalmente, encuentro de una vulgaridad insufrible aquellos individuos que invierten horas y horas hablando de sí mismos, sin preocuparse en absoluto por el parecer o los sentimientos de los compañeros. Sin alegrarse de la felicidad o compadecerse de la tristeza ajenas. Sólo hay que dar un vistazo al entorno para darse cuenta de que hay multitud de temas interesantes a los que referirse, más allá del propio ombligo. No importa que seas un prestigioso cirujano, un actor reconocido mundialmente o un político de carrera fulgurante. Ponerse en la piel de los demás es algo humano, que debería trascender cualquier categoría social.
La persona con auténtica autoestima sabe defender sus derechos sin agredir a nadie, está satisfecha con su proyecto vital, a pesar de todos los problemas y frustraciones que surjan; no hace pagar a los demás los sentimientos de inseguridad porque, por encima de todo, respeta los que le rodean.