El síndrome de Gilles de la Tourette, o simplemente “de la Tourette”, se caracteriza por tics motores de tipo clónico que generalmente afectan la cara, el cuello, los hombros, y los músculos abdominales. Se producen gestos, muecas, pestañeo, parpadeo, blefaroespasmo, sacudidas de la cabeza y cuello, movimientos bruscos de los hombros, y retracciones súbitas del tórax y abdomen.
Además de estos tics motores, se presentan manerismos complejos, tales como: saltar, tocar, inclinarse, ponerse en cuclillas, y otros movimientos elaborados. Son frecuentes los tics fónicos, que consisten en ruidos de carraspeo, quejidos, murmullos, olfateo, silbidos, etc.
En la mitad de las personas que padecen este síndrome también conllevan la coprolalia (lenguaje obsceno) y copropraxia (gestos obscenos). Asimismo, un porcentaje importante de casos presenta trastornos del lenguaje, en especial la tartamudez, y más raramente palilalia y ecolalia.
No hay duda de la tendencia genética del síndrome y de su variable expresividad, por lo que suelen encontrarse familiares con cuadros completos o parciales, o con otras manifestaciones que están relacionadas, tales como: compulsiones, hiperactividad y trastornos del sueño.
El tratamiento es fundamentalmente farmacológico, aunque en muchos casos, el apoyo psicoterapéutico concomitante contribuye a la recuperación integral del enfermo. El haloperidol es la droga que da mejores resultados por su adecuado control sobre los tics motores, los manerismos complejos, y las otras manifestaciones del síndrome.