El postre no tiene por qué ser malo, ni siquiera cuando nos proponemos bajar de peso, pero lo que sí es malo es un postre excesivo.
Y con demasiada frecuencia los postres son excesivos: una ración de tarta puede aproximarse al cuarto de kilo, con una carga calórica superior al segundo plato. A continuación os proponemos una alternativa diferente según la persona o la situación concreta de que se trate:
- Acostúmbrate a pasar directamente del segundo plato al café. Ya que su función no es quitar el hambre, tomar un postre no deja de ser una costumbre y, como tal, la podemos cambiar y prescindir de él.
- Si no deseas prescindir del postre, recurre a la fruta de temporada preparada. Cuando después del segundo plato nos ponen el frutero delante de las narices, es frecuente que no nos satisfaga, y se debe unas veces al aburrimiento y otras a la pereza . Sin embargo, casi cada mes tiene alguna fruta que está deliciosa y que no se da el resto del año, con lo que no te aburre: fresas, mandarinas, paraguayas, uvas, granadas, sandía, cerezas,… cualquiera de ellas, previamente lavada y troceada, es una fiesta.
- Si eres de los que no sólo no puede prescindir de postre, sino que además necesita que éste sea dulce. Aun en este caso hay soluciones de compromiso jugando con las cantidades. Si estás en casa, pon raciones muy pequeñas de dulce (recuerda que ya no tendrás hambre), y si estás fuera de casa pide un único postre para compartir varias personas (es esta una costumbre muy extendida y aceptada). Incluso puedes recurrir a una onza (sólo una) de chocolate negro.
Sobretodo cada vez que tengas ganas de un postre pon den tu cabeza estas 2 palabras: salud y rutina. Si te creas mentalmente una rutina de alimentos y te obligas a cambiar la rutina de postre por la de café o fruta será cuestión de tiempo que tu cuerpo y tu mente se acostumbre a tu nuevo hábito saludable.